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Vol. 11 Núm. 1 (2024): Enero - Diciembre
Educación Matemática y Relaciones Escolares: Perspectivas para una Formación Integral
La educación matemática, entendida como un proceso formativo que trasciende la mera adquisición de procedimientos y fórmulas, se constituye en un campo de conocimiento clave para el desarrollo del pensamiento lógico, la resolución de problemas y la toma de decisiones fundamentadas. Sin embargo, en los entornos escolares actuales, el aprendizaje de las matemáticas no puede analizarse de forma aislada del contexto social en el que ocurre. Las relaciones escolares —entre estudiantes, docentes, familias y comunidad educativa— ejercen una influencia determinante en la construcción del conocimiento y en la formación integral de los educandos.
Desde una perspectiva socio-constructivista (Vygotsky, 1978), el aprendizaje matemático se potencia mediante la interacción social, la negociación de significados y la colaboración entre pares. Este enfoque reconoce que la comprensión profunda de los conceptos matemáticos no emerge únicamente de la instrucción directa, sino de un entramado de experiencias compartidas, discusiones guiadas y actividades que conectan la teoría con la vida cotidiana. Así, la matemática se convierte en una herramienta para interpretar y transformar la realidad, en lugar de una disciplina abstracta desprovista de sentido social.
Las relaciones escolares saludables y colaborativas contribuyen a generar un clima de aula que fomenta la participación, la autonomía y la motivación intrínseca del estudiante. Investigaciones recientes (Boaler, 2016; Schoenfeld, 2018) evidencian que el éxito en matemáticas se asocia no solo con la calidad del currículo y la didáctica, sino también con el sentido de pertenencia y la confianza mutua entre los miembros de la comunidad educativa. En este sentido, la educación matemática adquiere un carácter formativo integral cuando promueve valores como el respeto, la cooperación, la empatía y la resiliencia.
Por otra parte, la perspectiva integral demanda considerar la diversidad de estilos y ritmos de aprendizaje, así como las desigualdades socioeconómicas que inciden en las oportunidades educativas. El docente de matemáticas, como mediador del conocimiento, requiere desarrollar competencias pedagógicas que le permitan diseñar experiencias inclusivas y culturalmente relevantes, vinculando los contenidos a contextos reales y significativos para el estudiantado. Esta aproximación favorece no solo el dominio técnico de la disciplina, sino también el fortalecimiento de competencias ciudadanas y socioemocionales.
En el artículo titulado: “El Aprendizaje de Conceptos Elementales de Lógica y Teoría de Conjuntos”, de la autora Nancy Milena Soler Torre examina las dificultades persistentes que enfrentan estudiantes de licenciatura en matemáticas de la UPTC para comprender nociones básicas como cuantificadores, reglas de inferencia y operaciones entre conjuntos. Su estudio longitudinal evidencia que estos problemas se vinculan no solo a la complejidad de los contenidos, sino también a la brecha entre el lenguaje matemático y el cotidiano, lo que sugiere la necesidad de replantear la enseñanza desde enfoques más contextualizados y progresivos.
En una línea complementaria, “Aplicando Actividades en la Enseñanza de la Estadística: Impacto en la Comprensión de las MTC en Secundaria”, de Erika Johana Monroy Rodríguez y Nubia Yaneth Gómez Velazco, muestra cómo secuencias didácticas con actividades prácticas y contextualizadas mejoran significativamente la comprensión de las medidas de tendencia central en estudiantes de noveno grado. Este estudio demuestra que la motivación y el aprendizaje estadístico se fortalecen cuando los estudiantes aplican los conceptos a situaciones reales, en consonancia con lo que Freire (1997) denominaba “la necesidad de vincular el aprendizaje con la experiencia vital del educando”.
El impacto del contexto social se hace evidente en “Impacto del Aislamiento Preventivo en la Convivencia Escolar, Estudio de Caso Municipio de Ventaquemada”, de Martha Lucía Gómez Avellaneda, que documenta el incremento de problemas de convivencia escolar tras el regreso a clases presenciales post-COVID-19. Las dimensiones analizadas —actos disruptivos, agresión verbal y física, y cumplimiento de normas— revelan que la interrupción de la interacción social y las tensiones familiares y comunitarias afectaron directamente el clima escolar, interfiriendo también en los procesos de aprendizaje.
De forma convergente, “El Contexto en los Resultados de las Pruebas Saber 11° en el Área de Matemáticas”, de Camila Fernanda Rojas Romero y Alfonso Jiménez Espinosa, pone en evidencia que los desempeños académicos no dependen exclusivamente de las capacidades cognitivas del estudiante, sino también de factores como las condiciones socioeconómicas, el acceso a internet, el tiempo de jornada académica y la formación de los docentes. Esta perspectiva coincide con lo planteado por Bishop (1988), quien advierte que la educación matemática es inseparable del contexto cultural.
A este panorama se suma la investigación titulada: “Construyendo la Evaluación: Concepciones y Prácticas Docentes en la Enseñanza y Aprendizaje de las Matemáticas”, de Nerly Karina Hurtado Martínez y Publio Suárez Sotomonte, analiza cómo los docentes de secundaria y media en Tunja conciben y aplican la evaluación, destacando la importancia de la evaluación formativa para retroalimentar el aprendizaje y detectar dificultades conceptuales y procedimentales.
Finalmente, el estudio de Hurtado Moreno y Leguizamón Romero, quienes analizaron las experiencias de flujo en estudiantes de grado undécimo, encontrando que la resolución de problemas es la tarea matemática que más favorece la concentración y el disfrute, dos elementos clave para la motivación intrínseca. Este hallazgo conecta directamente con la necesidad de diseñar tareas que no se limiten a la obtención de calificaciones, sino que promuevan un interés genuino por aprender.
En conjunto, estos estudios muestran que la calidad del aprendizaje matemático está influida tanto por las estrategias pedagógicas como por las condiciones de convivencia y el contexto social. Una enseñanza matemática eficaz debe integrar prácticas contextualizadas, evaluaciones formativas y un clima escolar saludable, reconociendo que la educación, en palabras de Freire, es un acto político y relacional, además de cognitivo.
En términos de política educativa, la integración entre educación matemática y relaciones escolares implica avanzar hacia modelos que prioricen la interdisciplinariedad, la participación estudiantil y el compromiso comunitario. Programas que promuevan proyectos colaborativos, resolución de problemas en entornos reales y el uso de la matemática como herramienta para el análisis social pueden constituir estrategias eficaces para este fin.
En conclusión, la educación matemática, articulada con relaciones escolares positivas, representa una vía estratégica para la formación integral. Su potencial radica en trascender la transmisión de conocimientos formales para convertirse en un espacio de construcción colectiva de saberes, fortalecimiento de la identidad y preparación para la vida. De esta manera, la escuela no solo forma matemáticamente competentes, sino ciudadanos críticos, solidarios y capaces de enfrentar los desafíos de un mundo complejo e interconectado.
José Edilson Soler Rocha, PhD
Editor Voces y Realidades Educativas
Publicado: 2024-12-20